viernes, 20 de marzo de 2009

ARTICULO DE ANTONIO GARCIA SANCHEZ:

SOMOS UN PUEBLO GUARRETE.

Ya se que el título de este artículo no es políticamente correcto y que incluso puede molestar a alguien.
Pero verán ustedes. Me encuentro moralmente autorizado a expresarme así por varias razones:
Primera, porque es lo que pienso.
Segunda, porque soy de aquí y formo parte de esta sociedad a la que, en este sentido, critico como ente colectivo.
Tercero, porque desde hace muchísimos años -y tengo unos cuantos- es lo que observo, cada vez que ando por espacios públicos y contemplo el panorama.
Ya, ya se que esta pequeña falta no es exclusiva de los hellineros. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que los españoles somos unos guarros. Los “nambauán” de Europa –basta observar las cunetas de las carreteras-. Pero de la mucha Iberia que he visitado, este pueblo ocupa un buen puesto en el ranking de los sucietes.

Y resulta que en esta ocasión no voy a meterme con los servicios públicos ni con los políticos, por mucha tela que haya que cortar. Que la hay.

Porque en el fondo, a mi lo que me interesa de verdad es la cultura, la educación, la sensibilidad y el “saber estar” de las personas, de la gente. Y no es preciso ir a la Complutense.

Si, ya se que el no cojea, renquea. Y que, metámonos todos y sálvese el que pueda. Y etc., etc.

Pero, discúlpenme, es que con este tema tengo fijación.
Obviamente todo está relacionado, ciudadanos, administración, etc., pero, como dijo un primo hermano de Confucio, "cuanto menos se ensucie menos hay que limpiar".

Aquí hay, entre otras cosas, un problema de sentido colectivo, una falta de apreciación y respeto por lo que es de todos, por lo común.

Ejemplos ilustrativos:
Una señora le está contando a un grupo de contertulias, en el parque, mientras juegan los críos, lo limpísima que es ella, como los chorros del oro tengo mi casa, oye, se pueden comer sopas en el suelo, etc. Y mientras dice esto, le cambia el pañal al bebé –el último de la saga- y el llenito de caca lo deposita debajo del banco donde están sentadas. ¿Y adónde va a parar el bote del yogur y el envoltorio de la merienda? Al puto suelo, no obstante tener una papelera a cuatro pasos. ¡Ah! Y no se te ocurra llamarle la atención.
Un señor fumador sube en su coche y se da cuenta, o porque no caben más colillas o porque huele que apesta, que hace un mes que no ha vaciado el cenicero. ¿Problemas?, ninguno. Se abre la puerta del coche y… al puto suelo. Hay otros fumadores que no hacen eso. Pero si les entran ganas de fumar por la calle, y ese cigarrillo es el último del paquete, ¿a que no saben dónde va a parar el paquete vacío?... al puto suelo.
Los chavales que acaban de adquirir su bombón helado o cualesquiera otra chuchería, a pesar de las papeleras dispuestas al efecto -que te las tragas de lo cerca que están- tienen claro dónde “archivar” el envoltorio… en el suelo.
Una noche veraniega paseaba con mi parienta por la Gran Vía. Delante nuestro, dos parejas de padres con sendos retoños de unos seis o siete años. Los padres, dale que pego a la sinhueso, en amena conversación, y los niños delante jugueteando con una botella grande de plástico vacía. Nos quedamos detrás, siguiéndoles a unos pasos, porque algo me decía cual iba a ser el paradero final de la botella. Y en efecto. Patada a lo Puskas, corto vuelo y sonoro aterrizaje. Lo que no me sorprendió particularmente, pues se trataba de críos. Lo que sí me dejó inquieto fue la total y absoluta falta de reacción de los papis. Ignorancia total.

¿Y como tenemos el parque?
¿Y el mobiliario urbano?
¿Y los miércoles de mercadillo?

Estas insignificantes anécdotas solo nos dicen una cosa: que no tenemos incorporado a nuestro bagaje educativo el sentido del respeto por lo común. Que el sentido cívico, que no es sino otra forma de solidaridad, brilla por su ausencia, al menos en lo que respecta al tema que nos ocupa.
Que procuro no ensuciar mi casa porque no me gusta vivir rodeado de mierda o porque me riñen mis padres. Pero la calle, los espacios públicos, son del ayuntamiento; por tanto, que los limpie el ayuntamiento.
¿Qué hay que arreglar un banco, una papelera o una señal de tráfico? ¡Lo paga el ayuntamiento!
Y es que es frecuente encontrar a quien piensa (inconscientemente) que el dinero que cuestan los servicios públicos, nos cae como el maná le cayó al pueblo de Israel en el desierto. ¡Hay que “joerse”!

Vamos, que no tenemos educación.

Claro está, lo que no se enseña no se puede aprender. Y así con tantas cosas.
El ayuntamiento es el responsable de la limpieza viaria y hay que exigirle que preste el servicio con diligencia, con eficacia.

Pero oiga, por favor, usted no ensucie. Quiero decir, ni usted ni yo.

Obvio es aclarar que, ni soy juez de nadie, ni estoy generalizando. Pero el aspecto de nuestro pueblo es el que es, y de alguna forma hay que contarlo.
Discúlpenme los ciudadanos responsables.

¿Verán mis ojos tiempos mejores?
Tal vez, con Educación para la Ciudadanía…

Antonio García Sánchez

20 de Marzo de 2009

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